Hay una gran cantidad de cosas que queremos que los niños aprendan y nadar puede ser una de ellas. La mayoría aprende sin mayores complicaciones, pero algunos temen el agua, más allá de su resitencia temporal a tomar un baño. A menudo, sus temores son la continuación de un incidente previo, reflejo de los miedos de los padres al agua o falta de experiencia. A continuación presentamos soluciones para que superen el miedo.
Prevenir el miedo al agua
Es recomendable que tengan desde pequeños la oportunidad de acostumbrase al agua, para ello, no debemos reaccionar excesivamente si la niña resbala en el baño o mete la cabeza en el agua accidentalmente, pues aunque no entienda la situación puede preocuparse con nuestros gestos y exclamaciones. Además las rutinas que impliquen agua deben ser divertidas: dejar que juegue con botes vacíos, utilizar una esponja suave, cantar y jugar con ellos, echarle agua por la cara, utilizar jabón no irritante, y que en algún momento experimente cómo el agua entra en sus ojos. Ya en la piscina nuestro objetivo es que juegue tranquilamente, antes de que un experto le enseñe a nadar.
Descubrir qué asusta al niño
Si rehúye el agua, vamos a identificar qué situaciones en particular suponen un problema. Si se muestra muy nervioso o enfadado en la bañera, podemos empezar por mojar sus manos, después pasar un paño húmedo por su cara, más adelante meter sus pies,… Si se muestra nervioso o enfadado en espacios más grandes como la piscina o el mar, investigamos y hacemos una lista de aquello que le asusta, de lo que menos a lo que más: zambullirse de una vez, no hacer pie, entrar por su propio pie, no llevar flotador…
Exponerle gradualmente a experiencias con el agua
Una vez tenemos la lista, vamos a planificar actividades donde el niño vaya enfrentando las distintas situaciones, muy poco a poco. Ejemplo de sucesivas aproximaciones es ponerle una toalla húmeda sobre los ojos, derramar cucharadas de agua por encima de sus brazos y piernas, que él mismo se eche por encima de la cabeza, pasar de ponerlo en recipientes pequeños a otros más grandes,… Conforme supere unas situaciones vamos a proponer otras donde el contacto con el agua sea mayor. Tanto en la piscina como en el baño se debe empezar con pequeñas profundidades, asegurando que el niño afronta cada paso con seguridad (no muestra temor o muy leve, pide adentrarse un poco más o más cantidad de agua, juega,…)
Enseñar al niño a nadar
Un profesor o profesora de natación sabe cómo manejar las distintas situaciones que se dan en el agua, está seguro en la situación y el niño lo percibe. Además, la clase en grupo es beneficiosa para los más pequeños, que ven cómo sus compañeros se divierten nadando. No existe una edad idónea para aprender a nadar. Si el niño va a ser expuesto al agua a muy temprana edad es necesario garantizar su seguridad.
Antes de apuntarle a un cursillo es útil conocer los métodos que utiliza el profesor para entrar en el agua, realizar la inmersión inicial y la respiración bajo el agua, qué materiales utiliza… Como siempre, vamos a elogiar los esfuerzos de la niña y a hacerle saber lo contentos que nos hacen sus progresos. También podemos ofrecer motivación extra dando estrellas hechas de papel cuando siga las instrucciones del profesor, estrellas que podrá canjear por otras recompensas como unos pies de pato, gafas o juguetes acuáticos. Otras consecuencias naturales son hacer una fiesta alrededor de la piscina y salir a la playa cuando sepa nadar 😉
Fuente: “Portarse bien” S. Garber (Ed. Medici, 2007)
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