“Está acostumbrado a jugar solo y cuando no gana a un juego, enseguida pasa a otro. Y es imposible jugar con él porque no quiere seguir las reglas”. ¿Cómo podemos enseñarles a jugar? ¿Cómo podemos enseñarles a perder?
La mayoría de los adultos está de acuerdo en que a nadie le gusta perder, y aunque sólo por haber jugado ya hemos aprendido algo o mejorado alguna habilidad, ganar está mejor reconocido y se acompaña de sensaciones más agradables. Sin embargo, a lo largo de su vida habrá ocasiones para perder, no sólo en el juego, sino también en las relaciones, el trabajo o la familia. Por ello es importante enseñar a nuestros hijos a “saber perder”, a superar eso que llaman “frustración”, que no es más que la percepción de nuestras reacciones fisiológicas (tensión muscular, dolor de estómago, llanto,…) cuando las cosas no salen como nos gustaría.
Dos pasos para enseñar a jugar/ enseñar a perder:
- Crea situaciones donde la niña tiene que respetar las normas del juego, por ejemplo, jugando en familia o jugando en grupo con otros niños (en este caso, podéis estar presentes para recordar las reglas). Al principio, cuando estamos enseñando a jugar, las normas no deben ser más de dos, siendo una de ellas esperar turno. Muy importante: la partida debe terminarse, estando ella o no. No podemos dejar que un mal comportamiento o amenazas del tipo “yo así no juego, quiero hacerlo a mi manera”, den por terminada la partida.
- Enséñale que, aunque no le guste perder, eso va a ocurrir en algunas ocasiones (siempre habrá otro niño con más habilidad para deshacerse de los marcianitos o que haya entrenado más para marcar gol) y no está justificado que reaccione insultando, tirando cosas,… o cambiando inmediatamente de juego. Es una buena excusa para enseñarle a expresar sus emociones (Ej., “no me gusta cuando pierdo”, “estoy enfadado porque esa niña ha hecho trampas”,…).
Por tanto, llegamos a la conclusión de que a jugar se aprende jugando, y a perder… perdiendo, esto es, experimentándolo y dándonos cuenta de que se puede superar. Por algo dicen que “la experiencia es un grado” 🙂
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